viernes, 24 de mayo de 2013

El sueño para que mi angelito descanse en paz. (Texto Narrativo)


Hoy 10 de mayo de 2013 es el cumpleaños de mi hija Isabela, ya son tres años cumplidos de aquel tan anhelado día donde finalizó la espera. Todo estaba preparado para el nacimiento de mi descendiente, desde el nombre que le pondríamos hasta sus diminutas mediecitas de color azul cielo, todos estábamos muy entusiasmados por ver a la nueva integrante de la familia. Mi esposa ya había cumplido 37 semanas de embarazo y nuestro médico nos informó qué hacer en el momento que tuviéramos la intuición de que Isa ya nacería.

Sandra mi esposa, me despertó a las 03:00 de la madrugada. En medio de gritos de dolor y contracciones solamente me dijo “presiento que llegó la hora”. Me tranquilicé y la ayudé a bajar hasta el carro, me tenía el brazo apretado realmente fuerte, como muestra de eso quedé con una marca impresionante. Conduje durante 25 minutos hasta llegar al hospital Pablo Tobón Uribe en Medellín, debido a la hora no hubo problemas por el tráfico, al llegar a urgencias nos atendieron  inmediatamente e ingresaron a las dos mujeres de mi vida a la sala de parto.

Tenía muchísima impaciencia, debido a que no recibía noticias de parte del personal médico. No fui capaz de quedarme quieto y salí a fumar un cigarrillo, ya eran las 04:10 de la madrugada y me senté en la sala de espera, hasta que por fin salió una enfermera. “Ya puede ingresar don Ramiro” fue lo único que pronunció y siguió su camino para continuar cumpliendo con su turno de trabajo.

Ingresé a la sala de parto, mi corazón se aceleró, casi me pongo a temblar, estaba a varios pasos de ver a mi hija, de poder acariciarle su perfecto rostro y admirar su diminuto cuerpecito. Me acerqué a mi esposa, la vi realmente agotada y sudando debido a todo el esfuerzo que realizó, lo que me pareció raro fue que no tuviera entre sus brazos a la bebé. Sandra tenía la cabeza agachada y la nariz muy colorada. Me acerqué despacio y  pude notar que mi esposa estaba tendida en un llanto impresionante, se tapaba la boca con un pañuelo y no tuvo palabras para hablarme, solamente tendió sus brazos en mis hombros y me abrazó.

Una enfermera estaba en la habitación, me dirigió hacia afuera y me informó todo lo que sucedió. El parto trascurría con total normalidad y en ningún momento se pensaba en la opción de la cesárea ni ninguna otra complicación. “Excepto qué al momento de nacer, la niña no daba ninguna señal de vida y tras una pronta revisión se llegó al diagnostico de que tiene muerte cerebral” fue lo último que pronunció. En ese instante mi vida se derrumbó, quedé paralizado y sin una sola palabra, dejé de escuchar y percibir todo lo que pasaba a mí alrededor, escuchaba cada latido de mi corazón, me puse realmente pálido y sentí un vacío enorme.

Me senté en el suelo inmediatamente y la enfermera pidió ayuda debido a que me dio un bajón. Fue solo tomar agua y ya estaba consiente de nuevo, pero no quería dirigirle la palabra a nadie solamente quería ver a mi hija. Me dirigí hacia la sala de incubación y antes de entrar respiré profundo, cerré mis ojos e hice una oración. Me indicaron cuál era la incubadora donde estaba Isa, me acerqué lentamente y lo primero que vi fue la etiqueta “Isabela Bernal Díaz 10/05/10”.

La miré y estaba preciosa, un ser perfecto y delicado. Le resaltaba el conjunto azul cielo que tenía puesto, sobre todo su gorrito, las medias y los guantes. Todo se lo había obsequiado la abuela un mes antes. La detallé completamente, era blanca igual a mí, recuerdo aquella naricita perfecta y carita pulida, se me salieron las lagrimas de inmediato. En ese instante mientras la miraba me puse a pensar en todos los momentos que había planeado antes junto a ella. La primera vez que la cargaría, cuando diera sus primeros pacitos, el momento en que empezara a pronunciar sus primeras palabras, cuando me dijera papá, aquel día en que la llevaría a la escuela, le ayudaría con sus tareas, la llevaría a comer helado, celebraría su cumpleaños junto a la familia, miles y miles de momentos que jamás se harían  realidad.

Con solo verla ahí tendida tras ese vidrio, sin poder moverse, me destrozaba el alma. Me sacaron de la sala debido a que estaba en shock y por consiguiente en riesgo de sufrir algún ataque. El médico que me atendió fue el mismo que intervino a mi mujer al dar a luz, entonces me explico todo lo que estaba sucediendo. Debido al problema con el que nació Isa, tuvo que ser conectada a un respirador artificial, no podía poner en funcionamiento ninguna de las partes de su cuerpo, era algo incurable y por ley no se le podía desconectar de su respirador artificial.

Algo que me dejó realmente impactado e indignado, y solo le pregunté al doctor. ¿Por qué tiene que permanecer conectada mi hija, a pesar de que sabemos que no va a salir de ese estado? ¿Por qué debemos esperar años indescifrables hasta que ella muera por una complicación? El médico solamente me respondió “Es algo que no decido yo”. Así transcurrió aquel día que se puede considerar el peor de mi vida. 

Desde aquel momento hasta hoy han pasado 1.096 días en los que me ha tocado ver a mi hija postrada en una cama sin esperanzas de poder levantarse, 26.304 horas de incesante sufrimiento por saber que mi Isa está ahí inmóvil con su destino ya sentenciado.

Se supone que hoy debería ser un día especial por el cumplimiento de sus tres añitos de vida. Pero es algo lamentable que sean tres años sin poder ver que muestre algún signo vital, lo más triste es saber que no puede tener una muerte digna debido a que el Estado considera que desconectarla es un asesinato y por consiguiente un delito que es penalizable.

Mi esposa Sandra Díaz y yo Ramiro Bernal, somos dos promotores de la aprobación de la eutanasia en Colombia. Un método para que las personas además de nuestra hija, tengan una muerte digna y sin ningún sufrimiento. Lideramos el  movimiento en la ciudad de Medellín que se manifiesta mediante redes sociales, marchas y protestas pacíficas en pro de este procedimiento, nos hemos expandido hasta tener compañeros representantes en Bogotá, Barranquilla, Ibagué y Bucaramanga. Estamos en una lucha constante sin cesar a las actividades del grupo social. Permanecemos a la espera de que se tome esta decisión que beneficiará y dejará descansar a muchas familias como a sus seres queridos que se encuentran en un constante 

Alejandro Arboleda Hoyos.

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